Dulcísimo Jesús, Redentor
del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar:
vuestros somos y vuestros queremos ser; y a fin de poder vivir más
estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos
en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás
os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado.
¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros y atraedlos a
todos a vuestro Corazón Santísimo.
Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado: haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad finalmente con ojos de
misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro
predilecto; descienda también sobre ellos, bautismo de redención y de vida, la
Sangre que un día contra sí reclamaron.